sábado, 9 de agosto de 2008

Locura

Y aquí me tienes, vomitando sangre.

Olor a putrefacción, durante días…noches, segundos, horas….

Recuerdo el calor de tu pecho ¡¿ Para que ?! Si me ahora me escupes ácido.

Volver a la frialdad de una estatua de marfil ¿Pero cómo? si ya hiciste que la sangre corriera por estas viejas cañerías de hierro corroído, impulsada por esa armatoste que llaman corazón.

¿Qué pretendes? ¡Estúpida arrogancia la mía! Masoquismo demoníaco que no me deja separarme de tus agujas.

Convulsiono millones de veces en una milésima de segundo.

Mi alma está vendada, cayó en letargo, fue drogada, torturada, extorsionada…

Juega en un sueño eterno…


Locura

Duendes urbanos

A veces todos se ven pequeñitos. Aquellas deformes y minúsculas figuritas se mueven rápido. Es perturbarte. Dan ganas de pisarlas, de apretar stop para que se detengan de una vez por todas. Caminan por las veredas, en la madrugada de los fríos en inviernos. Ahí entre la luz mortecina y la neblina, se ven aún más amenazantes. Pasan entre los árboles a velocidad impresionante.

Un pájaro vuela frente a mi ventana, va en cámara lenta.

La figurilla humana se pierde de mi vista. ¡Espera! ahí está nuevamente. Esta vez se acerca a una reja. Parece detenerse, pero sigue moviendo hiperquinética sus brazos. Deseo detenerla y romperla en miles de pedacitos, no soporto su apresurada actitud.

Parpadeo lentamente. A mí alrededor todo es calmo, o al menos así lo parece. La figurilla de la calle desaparece. Todo está tranquilo, dormido, muerto.